domingo, 10 de febrero de 2008

Tineo - Pola de Allende

Día 3 Tineo - Pola de Allande

A las siete me levanté después de una noche tranquila. Tuve que hacer uso del polar y el cortavientos. En el exterior se podía ver la niebla inundando el valle. Me dispuse a gozar de otro día. Con la mochila a cuestas dejé las llaves en el buzón del bar Stop y me dirigí hacia el centro. El pueblo tenía las luces de las farolas encendidas y una ligera neblina que daba sensaciones de humedad y frío. Hoy era sábado y se notaban las calles más vacías, apenas algunos paisanos vestidos de cazadores se apostaban en la puerta de los bares.

Localicé uno aparente y abierto y aproveché para desayunar antes de coger el camino en cuesta.



Había seis o siete personas que hablaban de fútbol y caza, mientras tomaban el café y algunos una copa de aguardiente.

Puse el oído, como siempre:

- ¡Qué suerte tuviste el otro día! Cinco conejos y una paloma en apenas una hora.- Comentó uno de ellos vestido de verde cazados, sin que le faltara un detalle que lo identificara como tal.
- No es suerte, es conocer los sitios y haber caminado mucho por los montes. Vosotros los que vivís en la ciudad os movéis bastante poco.- contestó el otro con una sonrisa de orgullo y con cierta sorna, mientrs me miraba.
- Para ser buen cazador hay que caminar mucho y tener los ojos bien abiertos, además ayuda mucho tener un buen perro. Vosotros creéis que por que compráis un equipo carísimo ya está todo hecho.
- ¡Ya!. No presumas, que no siempre pillas días como él del otro día.

Se notaba el pique y la fanfarronería propia de muchos cazadores y pescadores. También recordé la tendencia que tienen muchos peregrinos en aumentar las distancias y las inclemencias del tiempo.




Di cuenta del café y de un bollo caliente antes de partir.



Se sale de la población subiendo lentamente hacia la iglesia y posteriormente por camino. Según subía salía de la niebla. Era la mañana más fría pero intuía que se despejaría y el día sería magnífico.

Al poco rato ya estaba sudando pero mi vista se entretuvo en las nubes que se sujetaban en el fondo del valle. El paisaje de las calles y farolas encendidas entre las nubes daban un aspecto fantasmagórico.

Las hojas de los árboles rezumaban humedad. La cuesta es constante pero llevadera. Todos los días partí con un repecho mañanero que tensaban las piernas y me hacían sudar.



A poco más de tres kilómetros encontré una simpática cabaña medio abandonada con un letrero que decía: “Aquí vive uno de los últimos de Filipinas”.

Me hizo sonreír. Continué la subida hasta el alto de Piedratecha. Al final de la subida el terreno se abre y los prados se extienden con ganado a derecha e izquierda.

Un poco más adelante se coge una pista asfaltada que lleva al alto. Se me presentó un paisaje idílico. Soleado y con las nubes en el fondo del valle que prestaban para detenerse a degustar esta maravilla. Fueron diez minutos fantásticos y únicos. El cielo era limpio y el ánimo se levantó. Parecía un paisaje de película. Tanta hermosura compensaba los esfuerzos realizados y lo que quedaban por realizar.



Sentí que me llenaba la naturaleza hasta los últimos poros de mi persona. Era todo perfecto, los campos verdes, los árboles entre el verde y el dorado, las vacas pastando sin ruido alguno, las nubes en el fondo como si de un mar se tratara. El cielo claro y sin rastro de nubes.

No pude resistir a realizar unas cuantas fotografías que me recordaran el lugar. Nada era estridente y todo equilibrado. Los montes redondeados e insultantemente verdes. Me hubiera quedado bastante más tempo pero el recorrido era largo y preferí recordar aqueas imágenes en mi memoria y que no las estropeara el paso del tiempo.



Bajé al cruce con la carretera principal y anduve por ella unos cientos de metros hasta una desviación a la izquierda que me introdujo en un bosque dorado y lleno de helechos secos que creaban otro lugar digno de recordar. Estaba teniendo mucha suerte con el recorrido y el día.

Terminada la bajada existía la posibilidad de ir al monasterio de Obona, cosa que no hice por vaguería, cosa que me arrepiento, pero en ese momento no me apeteció.

Seguí por el bosque de tonos dorados con un sol fantástco que desprendía una luz preciosa. Un poco después se coge la carretera durante algo más de media hora hasta Campiello.



Había poco tráfico y se caminaba bien. Llegué al bar-albergue de Erminia. Había de todo, el típico ultramarinos de cuando era pequeño.

Ella me recibió con buenas palabras, quizás demasiadas y demasiado deprisa. Me tomé un montado de chorizo y una coca cola y ella me invitó a un trozo de empanada caliente y recién hecha que me supo a gloria.



Estuve media hora y la señora no dejó de hablar. Se alababa de lo bien que atendía a los peregrinos. Me dijo que hoy habían dormido aquí cinco o seis. No los llegué a ver.

Salí con la cabeza llena de palabras pero contento. Eran las once y media y el sol comenzaba calentar.

En tramos por carretera y en tramos por caminos se continua la ruta. Me encontraba un poco cansado. Este camino es diferente a otros, es un constante sube y baja que va minando la resistencia. He leído por ahí que los kilómetros en el primitivo son diferentes a los de los otros caminos, y puedo aseverar que es verdad. Aquí el esfuerzo es mayor y una etapa de 30 kilómetros es como de cuarenta en cualquier otro.



También es cierto que su belleza es muy considerable si te gusta la naturaleza y la soledad.

Llegué a un punto donde tenía que decidir si ir por Hospitales, recorrido de unos veintidós kilómetros por la parte alta, donde no hay en todo el recorrido ningún servicio, o ir a la parte baja hasta Pola de Allende y al día siguiente subir al puerto del Palo, donde se juntan los dos recorridos.

Para mi es más duro ir por Pola pues a parte de dos altos, Porciles y Lavadoira, hay una bajada de unos seiscientos metros de desnivel y, por fin, al día siguiente una subida al puerto duro como es el del Palo (1000 metros).



Por Hospitales es solitario, hay que cargar líquido y con mal tiempo hay alguna posibilidad de perderse. Es más montañero este recorrido y se disfruta de un recorrido por la parte alta.

Como llegué a la una aproximadamente a la encrucijada y no tenía tiempo de recorrer los 22 kms. y no me apetecía pararme en Borres toda la tarde, decidí seguir a Pola y luego darme un regalo con una buena cena.

El calor apretaba y por momentos agobiaba pero los paisajes continuaban siendo agradables y solitarios.



Llegué a Samblismo sobre las dos y media, me apetecía parar un rato aunque no tenía demasiada hambre, así subí hasta la carretera, con cierto esfuerzo y encontré otro bar –tienda de ultramarinos con una encantadora señora. Está se desvivió por mi comodidad. Me ofreció un par de huevos fritos con chorizo casero.

Mientras los preparaba me senté en un banco de madera tomando una cerveza con limón. El sitio parecía sacado de los años sesenta. En uno de los lados estaba la barra de madera con un grifo dorado y poco brillante. En la pared un espejo antiguo y desconchado sujetando las botellas de alcohol. También había una cafetera antigua pero deslumbrante. En las otras paredes se veían estanterías con todo tipo de cosas, mantas, zapatillas de fieltro de estar por casa, sartenes, cacerolas, sábanas, palas, etc. En un rincón en el suelo tenía cajas de lechugas, tomates, manzanas y plátanos. Además había apartado con chuches y juguetes de niños. Por fin en el techo estaban colgados chorizos y bacaladas.

Era un revoltijo de artículos que me recordaron mi niñez. Los olores eran variados y reconfortaban.



Cuando vino con los huevos y una ensalada de lechuga y tomate, el apetito apareció. Me senté sobre la única mesa de madera con un mantel inmaculadamente blanco.

- Siéntate tranquilamente y come estos huevos que acabo de coger.

Se les veía con una yema color maíz y una puntillita tremendamente apetecibles. El pan era un trozo de hogaza. Si pensarlo ataqué el plato con gusto y deleite, hacía años que no tomaba unos huevos así. Ella se sentó en una banqueta tras la barra, mientras que yo me concentraba en cada mojada de pan en las yemas.

Comenzamos una breve conversación sobre el pueblo y los peregrinos.

- Este verano han pasado bastante peregrinos, eso que en agosto y septiembre llovió casi todos los días. Cada día sois más.
- Eso parece, la afición se esta incrementando.
- Me acuerdo de unas muchachas que las tuve que dejar unas camisetas, venían empapadas las pobres. No entiendo a estas muchachas de hoy. Los hombres siempre son más fuertes pero las mujeres quieren igualarse y no tiene la misma resistencia.
- No me parece así. Las mujeres tenéis en la vida unos sufrimientos que no tenemos los hombres. Creo que si tuviéramos que parir, la epidural ya sería obligatoria y no habría discusión. Y si me apura mucho las mujeres de antes tenían mucha mayor capacidad de sufrimiento. Cuantas parían en casa sin prácticamente ayuda, cuantas en muy pocos días estaban yendo al campo cargando con el bebe y con canastos enormes.
- Eso también es verdad, pero hoy en día es diferente. Nadie quiere la vida del campo y en cuanto pueden marchan a la ciudad donde todo es más fácil. Hoy no se puede concebir parir en casa como hacíamos en mi juventud. El mundo ha cambiado mucho. Fíjate que ahora apenas quedan siete familias en el pueblo y todos mayores.
- Pues seremos una molestia para su tranquilidad.
- Que va, a mi me agrada ver gente que va y viene. Dais vida al pueblo.



Agradable señora que pese a su edad tenía la fuerza de tener abierto este establecimiento que la servía para subsistir y poder tener contacto con el mundo.

- Siento no poderte dar algo más- Se justificó.
- No se preocupe los huevos están buenísimos y como estos hacía muchos años que no comía.
- Bueno, como postre tengo mosto de manzana que ayer mi hermano exprimió para hacer sidra. Está muy dulce y tiene mucha energía.
- Venga probemos ese mosto.

Estaba buenísimo y muy fresquito.

A las tres reemprendí la marcha con cierta pereza. Hacía calor y el camino serpenteaba con la carretera para subir primero al alto de Porciles con algún que otro repecho que quitan el aliento, pero que transcurre por paisajes preciosos.

Se puede ir por carretera en subida más suave y constante pero nos perderíamos unos lugares muy hermosos.



Después de esta subida un breve reposo y otra vez a subir el alto de Labadoira. Sus características similares al primero.

Me costó hora y media llegar a este segundo alto desde la comida. Este tramo no es sólo de subida sino que es un constante subir a la carretera y cuando se llega a esta flechita que marca volver a bajar, un rompepiernas auténtico.

Esto se repite más de diez o doce veces. Crea una fuerte tentación de continuar por el asfalto en que la subida es más suave.

Yo seguí las flechas y llegué al alto cansado. Todo el trecho lleva entre castaños que estaban soltando sus frutos y el suelo alfombrado de hojas secas que daban una visión otoñal muy agradable pese al calor.



Ya en el alto el paisaje se convierte en prados con vacas paciendo, vistas muy hermosas de praderías de montaña. Vi un bar abierto e irremediablemente mis piernas me llevaron dentro. El local tenía las características del anterior, bar-tienda-ultramarinos. Este estaba atendido por un fuerte muchacho que se notaba que se dedicaba al campo. Sus manos fuertes sujetaban con torpeza los vasos.

Entablé conversación con él al ser el único cliente.

- Aquí el ganado debe dar buena leche con todos estos prados.
- Hay algunas de leche pero sobretodo son de carne. Aquellas que ves allí son mías.
- Por lo menos hay quince. ¿Te darán bastante trabajo?.
- Si que dan quehacer. Sobretodo en invierno cuando hay que tenerlas en el establo. Aunque siempre hay que hacer alguna tarea.- Hablaba mientras ordenaba torpemente los vasos.

Un televisor sonaba en la trastienda. El sol entraba por una gran ventana de madera iluminando el local. Se estaba bien sentado sobre una silla de madera chirriante viendo los campos tranquilos.

- El invierno suele ser duro, pero todavía la temperatura es buena, has venido en la mejor época.
- ¿Se vende mucho?.- Pregunté al sonriente ganadero.
- Hay pocas familias pero hay que tener de todo. Pola queda lejos y se necesitan estas cosas en la vida diaria. Para mi es un complemento. Cierro cuando me voy con el ganado y abro un rato a mediodía y luego a partir de las siete. Como vivo aquí si alguien llama no me molesta atenderle.
- Eso se llama servicio las veinticuatro horas.
- Nos conocemos todos y es una forma de vecindaz que a mi me deja algún ingreso.

Tranquila vida donde se fusiona la amistad el sobrevivir y el contacto con la naturaleza. No ha discordancias ni ruidos que alteren la paz y la tranquilidad.



A las cinco partí despacio hacia una bajada larga y dura. Son casi quinientos metros de desnivel por camino lleno de piedras sueltas.

Rodeado de árboles donde abundan castaños y robles. Cansada bajada de cinco kilómetros con hermosos paisajes. La entrada se hace por carretera.

Pregunté por el albergue y me dirigieron a la parte de atrás del cuartelillo de la Guardia civil, pero estaba cerrado. La temporada había acabado. Paré aun coche de la policía local y me dijeron que fuera a cuatro kilómetros en subida hacia el Puerto del Palo.

No me apetecía el recorrido después que mi cabeza había asumido el fin de la etapa. Así que busqué un hostal.

Era moderno y la habitación cómoda. Me duché y tumbé un rato. Tenía las piernas cargadas, de tanta subida y bajada.



A las siete di una vuelta por el pueblo, visité la Iglesia y la zona del río. El sol iluminaba las montañas de alrededor pero el pueblo quedaba en la umbría. Había bajado la temperatura y se agradecía el abrigo del polar.

A las nueve entré en el bar-restaurante del hostal y me subieron a la primera planta. Era el único comensal en aquel local destartalado preparado para bodas.

Cené en abundancia por los ocho euros del menú, fabada, churrasco y tarta al whisky, regado con un vino peleón al que tuve que mojar con gaseosa para suavizarlo.

A las diez de la noche me encontraba en la cama cansado pero feliz de llevar cerca de noventa kilómetros y habiendo visto una Asturias desconocida para mi, pero muy bella. Dormí al poco rato cayendo en los brazos del sueno sin apenas darme cuenta.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Uxama : Me estas haciendo recordar muchas emociones que vivi en ese camino el cual es para mi,sin duda,el mas bello de todos.Animo para el Puerto del Palo.
Bon Camiño

Paco59

Anónimo dijo...

Preciso relato Uxama. Ese mar de nubes de Tineo y el "garito" del "EL ULTIMO DE FILIPINAS" inconfundibles.

Saludos y buen camino

ALDEBARAN(A)

Anónimo dijo...

Espectacular como siempre, preciosa la foto de "casa Boto".
Un abrazo y gracias por hacernos disfrutar¡¡

Toroastur

Anónimo dijo...

Hola Alberto, veo que todos coincidimos, con tus relatos nos haces revivir esas bellas etapas del primitivo. Esa en concreto: Tieno-Pola tiene gran belleza y cierta dureza. Y como siempre, tambien, tus fotos muy evocadoras.

un saludo.

Guadarrama

Anónimo dijo...

Una ojeada basta para quedarme sin palabras,... vaya maravilla... Un lujo.

Saludos.

Bolitx

Anónimo dijo...

Hola Uxama,

Precioso relato acompañado de unas fotos increibles.

Ya me veo por esos paisajes

Saludos.

Ana

Anónimo dijo...

Buenos dias Uxana, solo darte las gracias por todo lo que escribes, no sabes como lo vivo todo lo que dices. Saludos y buen camino.

Un peregrino

María dijo...

Sigo aquí, temblando :))

Un abrazo, que ya me voy a cenar. Mañana te veo.

Anónimo dijo...

Saludos cordiales de un vecino de Samblismo que os vé pasar por el camino con mucha admiración por vuestra hazaña personal. ¡Buen viaje, amigos!