domingo, 10 de febrero de 2008

Castro - Fonsagrada

Día 6 Castro - Fonsagrada

Dormí profundamente y me desperté temprano. Me acerqué a la ventana y todavía no llovía. La luz de las pocas farolas iluminaban la ermita. La tranquilidad era notoria. Me volví a la cama un rato más hasta que se hiciera más de día. Hoy con las nubes le costaría un buen rato. Dentro del saco repase lo recorrido y me di por afortunado, no había tenido ningún día de lluvia en esta tierra famosa por su humedad. Pensé como continuaría el camino con la lluvia, aunque deseché rápidamente el pensamiento, anticiparse a los hechos negativos crean expectativas muy negativas y normalmente luego se resuelven de forma más satisfactoria.

Estaba cómodo y caliente. La paz se respiraba en aquel albergue solitario. Qué lejos estaba mi vida diaria llena de obligaciones y tensiones. Tenía que disfrutar del momento y evitar obsesionarme con un futuro cercano. La lluvia se que se sobrelleva y no es tan desagradable. Muchas veces me he encontrado cantando a voz en grito expulsando alegría y satisfacción, pese a estar empapado.



A las siete y media me levanté preparándome para el agua. Desayuné tranquilamente en el bar abierto para mi, cosa que agradecí en un día húmedo.

La muchacha me preguntó que tal había dormido y me anunció el agua. Resignación para un día más del camino que habría que ver su lado bueno, que siempre lo tienen.

Con el estómago caliente emprendí la marcha que como siempre en el Primitivo era ascendiendo. Llovía finamente dando un toque romántico a aquellos campos verdes que sujetaban la ligera niebla.



A tramos por carretera y en muchos más por caminos y senderos fui ascendiendo, el paisaje era una pasada de belleza. Bucólico y melancólico el entorno me abstraía en mi mismo y en mis pensamientos más profundos. Era como si el día me llevara al pasado y a analizar momentos anteriores de mi vida.

La humedad externa y la humedad del sudor producida por el poncho me mojaron, aunque no tenía frío. El polar aún mojado seguía transmitiendo calor al cuerpo.

Las manos las enganché a las correas de los hombros aligerando su carga y consiguiendo calentarlas por la presión.

Pese a todo fue un trayecto agradable que invitaba a la reflexión. Con lluvia fina llegué al alto en un par de horas. Encontré un bar abierto y sin gente que lo atendiese. Solté la carga y me senté a esperar que llegara alguien para tomar un café. El local estaba caliente y apetecía relajarse un rato. Me entretuve viendo la decoración y las fotografías.



A los cinco minutos apareció un hombre que disculpándose me puso el deseado café y unas magdalenas.

- Estaba en la cuadra dando de comer a los animales. Dejo abierto para que sepa que hay gente y se vayan calentando. Sobre todo en un día como hoy , que llueve y amenaza lluvia todo el día.
- Gracias pues si hubiera estado cerrado tendría que haber ido hasta Fonsagrada y eso son tres horas más sin parón. En un día como hoy bien apetece una parada.
- Esta zona está muy despoblada y es difícil encontrar un bar.

Me contó las penurias del invierno, sobre todo cuando nevaba y se quedaban aislados.

- En invierno suelo abrir solo para que los caminantes puedan tener algún refugio. Me dan mucha pena.



Estuve media hora y aproveché un momento que llovía menos para ponerme en camino, aunque las nubes amenazaban seguir haciéndolo con fuerza.

Desde este punto la visión de los montes y valles es magnífica. El alto del Acebo me mostraba altos verdes que sujetaban las nubes. Llegué al punto donde se deja Asturias y comienza Galicia, me entristeció abandonar una tierra tan fantástica.

La lluvia se incrementó y el viento apareció. El poncho era una gran vela que molestaba para avanzar. Intenté sujetarlo como pude. Las botas torturadoras de mis pies en tantos caminos se habían olvidado de lo que era el Goretex y comenzaron a calar.

- Vamos que solo te quedan un poco más de un par de horas para llegar a Fonsagrada. Allí podré descansar antes de llegar a Padrón.



Tenía intención de llegar a ese lugar y dormir en el albergue, previa comida en Fonsagrada. Nunca se deben hacer muchos planes, hay cantidad de circunstancias que pueden cambiar los planes.

Fui por carretera casi todo el rato menos al final que seguí un maravilloso sendero inundado de helechos secos y dorados, pero llenos de humedad sobre un sustrato donde era posible chapotear con la fuerte lluvia que me estaba cayendo encima. Esta lluvia no paraba, se incrementaba. Ya podía decir que los pies estaban encharcados. Mi ánimo no estaba muy boyante empezaba a tener frío y me daba miedo que al reblandecerse la piel húmeda de los pies dieran lugar a alguna ampolla. Hoy no era día para caminar mucho.

Intenté distraerme con los bosques y paisajes.



A las dos llegué a las calles de Fonsagrada y sin pensarlo fui al bar más próximo. No fui muy bien recibido por que era un charco viviente, además no tenían lo que yo necesitaba, comida y un poco de calor para secarme.

Al salir del bar vi una pensión y ante la lluvia entré sin dudarlo. Estaba al lado de la Iglesia y la amable señora me ofreció una magnífica habitación con baño, televisión y cama de matrimonio. Sobresalía el orden y la coquetería.



Lo primero que hice fue tomar una ducha con agua caliente que me quitara el frío que se había filtrado por mi interior. Fue un placer ir sintiendo el agua, esta vez templada, revitalizando mis músculos.

Me calmó mi estado de ánimo. Revisé la ropa de la mochila y cogí la más seca que encontré. El resto pasó el proceso de lavado en el lavabo de la habitación. Los radiadores del baño y del cuarto los llené de ropa tendida, por aquí unos guayumbos, por allá calcetines y camisetas. No me olvidé de llenar las botas de papel de periódico que amablemente me proporcionó la señora.

Cuando terminé observe la habitación y un poco de vergüenza sentí al ver lo que había convertido aquella ordenada habitación.



Todavía tenía hambre, con las sandalias puestas y el poncho salí a la calle a buscar un sitio adecuado, luego me daría el placer de una siesta para recuperarme del cansancio y el ánimo deprimido por el temporal.

Vi el restaurante Santander, un sitio ideal para darse un homenaje. Comí unas fantásticas seta y un chuletón enorme, de esos que te dejan hiposo. Lo regué con un buen vino.

El dueño se paró conmigo y estuvimos hablando de su negocio y del Camino. Personaje amable y simpático que intenta levantar un proyecto de restauración basado en la calidad de los productos y en la profesionalidad.



El local con más de treinta mesas y con diez de ellas ocupadas tiene éxito los fines de semana y los laborales intenta subsistir.

De allí me fui a la cama donde dormí una reconfortante siesta hasta las ocho de la tarde. Por la ventana oí la lluvia que golpeaba los cristales y el sopor me adormiló.



Cuando desperté salí a la calle a tomar una cerveza y para comprar algo de fruta y unos yogures. Intenté visitar la Iglesia pero estaba cerrada.

Pronto estaba de nuevo en la habitación, que era el único sitio en él que estaba caliente.



Me volví a la cama y vi un rato la TV. Me fijé en el tiempo y pronosticaba mejoría para mañana y los próximos días. Esto me animó. A las diez apagué el televisor y caí en los brazos de morfeo.

Este fue un día de bajón psicológico y anímico. Suele haber siempre alguno en los caminos, pero ahora estaba cómodo y aprovechándolo para recuperar fuerzas. Hay que buscar lo positivo. La soledad que llevaba también influye. Hoy sólo había hablado con media docenas de personas y con algo más de profundidad con tres. Esperemos que mañana sea menos húmedo y mis fuerzas me vengan.






4 comentarios:

Anónimo dijo...

Uxama:
Para los que tenemos "morriña" de nuestra tierra,gracias desde la distancia por no dejarnos olvidar la belleza de un dia triste,con nubes,amenazando...

Gracias

Paco59

Anónimo dijo...

Hola Uxama

Siempre es un gusto leer tus relatos y disfrutar esos paisajes en tus fotos.

Gracias y saludos.

La niña de los ojos oscuros

Anónimo dijo...

Hola Uxama,

Cuando era pequeña y veraneaba por esa zona pensaba que era una lástima que pocas personas pudieran disfrutar de esos paisajes.Ahora me alegra ver que muchas personas la conocen gracias al Camino.

Generalmente cuando visitas Galicia sueles hacerlo por la costa. Pero yo me quedo con la Galicia interior, agreste,dura y hermosa,...

Saludos.

Ana

Anónimo dijo...

Como siempre un placer y un lujazo contar con estos mensajes.

Bolix