domingo, 10 de febrero de 2008

Oviedo - Cornellana

Día 1 Oviedo – Cornellana

Desperté por el ruido del peregrino argentino, aunque intentó no molestar mi oído se vio alterado. Eran las seis y media, me quedaba una hora para levantar. Intenté darme la vuelta y dormir, pero me fue imposible, estaba demasiado nervioso, por iniciar la nueva singladura.

Pensé en otros inicios y llegué a la conclusión que soy demasiado inquieto para tomarme con calma algo que me ilusiona.

En el albergue pequeño, pero acogedor, habíamos dormido nueve personas, dos alemanes, dos suizos, un francés, un argentino y tres españoles.

Los suizos me explicaron que terminaban aquí, ella iba lesionada de la rodilla y los últimos kilómetros los habían hecho en tren. Los otros españoles, una pareja, se deshicieron en explicaciones de porqué las últimas etapas las habían hecho en autobús. No entiendo por qué me tenían que dar tantas justificaciones, cada uno hace lo que puede y como puede, y yo soy un simple caminante que me adapto a las circunstancias, y puedo comprender muchas cosas sin demasiadas explicaciones.

Ella se justificó con que tenía una distensión muscular en la rodilla. Cuando le pregunté si estaba tomando algo para el dolor o la inflamación, me dijo que no, para no estropearse el estómago (en mi caso cuando tengo dolor intento tomar medidas).

Con el otro con el que contacte fue con Carlos, el argentino, empezaba el camino y todo era nuevo, mañana quería llegar a Grado.

La noche anterior me estuvo hablando de sus andanzas montañeras en Argentina. Cuando le pregunté si se había preparado algo, me dijo que no, pero que en su trabajo se veía obligado a estar de pie muchas horas y que no iba a ser un obstáculo estar caminando siete u ocho horas. También me comentó que el a las seis de la mañana pensaba salir.



Le dije que hasta las ocho y cuarto no amanecía y al desconocer el terreno mejor sería levantarse más tarde. También le dije que no tendría problemas con los albergues y que las prisas no tienen sentido.

Es obvio que no me hizo caso.

Con el resto no tuve ningún contacto. Espero seguir viendo a alguno de ellos durante la marcha. ¡Qué ignorante era, pero en ese momento eso deseaba!

También recordé la conversación con el hospitalero sobre el camino sobre si había algún problema con la autovía en construcción.

- No, no altera para nada el recorrido. Además hace poco se ha vuelto a señalizar.

La verdad es que me extrañó que no me dijera nada, en el foro Asun había puesto un mensaje anunciando que alguien había tenido problemas.

En pocas horas sabré la realidad del recorrido y no me obsesioné. El camino manda e impone su ley.

A las siete y media no me aguantaba más y con cuidado cogí todas mis cosas y las saqué al saloncito de la entrada para empaquetarlas sin molestar a nadie. El argentino ya había salido y ninguno se levantó o hizo el menor ruido.

Después de un lavado rápido recogí el saco, me puse las botas y cerré la mochila. Ya estaba dispuesto. Apenas eran la ocho y todavía no había amanecido. Cerré la puerta y dejé la llave en el buzón dando mentalmente las gracias por la acogida.

Hacía fresco y había bruma matinal, pero no me pareció que fuera a llover.

Por las calles escasos peatones circulaban y los pocos que lo hacían iban embutidos en sus prendas de abrigo. Me dirigí hacia el Ayuntamiento suponiendo que algún bar estuviera abierto. Por la calle peatonal apenas vi un par de personas.

Efectivamente frente a la plaza del Ayuntamiento había un par de bares con luces. Entré en el que tenía más personal suponiendo una mejor calidad y a fe mía que no me equivoqué. El café era excelente y el croissant recién hecho, estaba caliente.

Todos me observaron con ciertas caras de extrañeza. “Donde irá este mochilero, mientras nosotros vamos a iniciar la jornada laboral”. Esto lo pensé al ver los ojos con los que me miraban. Siempre me ha parecido estar fuera de lugar en sitios como este cuando estoy en el camino.



Apenas estuve diez minutos en el bar con luz tenue y una camarera tremendamente servicial y profesional.

Salí a la calle y siguiendo el plano que me habían dado me dirigí a la calle Uria. Allí nada más pasado el Corte Inglés encontré la primera vieira en el suelo. Se me alegró el corazón.

- Ya he encontrado la dirección deseada, ya no esto perdido. Buen Camino peregrino.- me dije mentalmente.

Empecé a callejerar viendo los chavales como iban al colegio, con sus mochilas llenas de libros, y la comparé con la mía, llena de ilusiones y ganas de disfrutar.

Nada más salir empezaron las primeras cuestas, por carretera hasta Santiago de Pañiceres donde visité la ermita del Carmen, y recé una salve, solo y tranquilo.

El cielo estaba nublado pero no amenazaba lluvia, mi ánimo estaba exultante por el recorrido anhelado. Las subidas y bajadas son constantes, no existen los tramos llanos.



Era un placer ver los prados verdes y las pequeñas aldeas donde la tranquilidad y el equilibrio están presentes.

Llegué al puente de los gallegos y poco después a un paraje idílico, el Castañar de los Soldados. Era otoño y los colores rojizos y dorados de las hojas, las castañas sembrando el sendero y el río proporcionaban un paisaje idílico que me hizo recordar el romanticismo de Gustavo Adolfo Bécquer.

Me senté un rato a degustar la tranquilidad y melancolía que me sembraba el paisaje en mi corazón.

No se veía a nadie y las sensaciones me llenaban y limpiaban el espíritu.

Después de algunas fotos emprendí el recorrido por una cuesta brusca que hace sudar al más pintado. Con esfuerzo y sudores llegué al alto del Escamplero.

Pese a lo nublado del día tuve que librarme de la sudadera. Desde aquí continué hasta Grado, donde paré a comer en un restaurante cercano al ayuntamiento. Un plato combinado de huevos y chorizo de la tierra, acompañado de un vino con casera me hicieron pensar en quedarme, pero la voluntad me obligó a cargar la mochila y sin prisas emprender la subida.



Dura y sin descansos divisando las obras de la autovía. Se me hicieron interminables los dos kilómetros que marcan la distancia de San Juan de Villapañada. Dudé hasta de mis fuerzas y la comida la quemé con holgura. Según se asciende se pueden ver prados hermosos con vacas paciendo que llenas de tranquilidad el espíritu aunque los pulmones estén abiertos para buscar el aire necesario para continuar la ascensión.

Pregunté a un señor de boina y bastón.

- ¿Cuánto queda para el alto?
- Ya casi nada, apenas dos kilómetros. Luego sigue las señales de madera que han puesto los de la autovía, no tiene pérdida, y todo es cuesta abajo.

Efectivamente eran apenas dos kilómetros pero se hicieron interminables. El paisaje fantástico. Se veía Grado al fondo y hermosas praderías en las ondulaciones de los montes.



El cielo azul completaba un cuadro de tranquilidad y paz. En la ermita del Alto del Fresno paré un poco a disfrutar del paisaje. Bendita tranquilidad y soledad. La ermita estaba cerrada pero me sirvió como otero del recorrido realizado.

Al poco rato emprendí la marcha siguiendo unas indicaciones temporales, flechas de madera que habían puesto para evitar las obras de autovía. Dan una vuelta importante por caminos secundarios evitando pueblos marcados por la guía.

En algún momento se ven los desmontes impresionantes de la nueva vía. Desbrozando el arbolado y cambiando radicalmente el paisaje.



Sabía que había diez o doce kilómetros de Grado a Cornellana pero invertí más de cuatro horas por los desvíos, así que pienso que las obras han ampliado por lo menos en cuatro kilómetros el recorrido.

De todas formas el paisaje sigue siendo espléndido y mejor esto que pasar a través de barrizales y maquinaria desbrozadora, como me ha tocado en otras ocasiones. Cuando se llega a una cantera se acaba el desvío pero aún queda una hora antes de llegar. Primero una bajada y luego una carretera. Pegado a esta me sorprendió un gran plantación de kiwis. Se podían ver los frutos a punto de ser cosechados. Un poco después se llega a una circunvalación que dan paso al puente sobre el Narcea y luego al mismo Cornellana.

Llegué justo cuando empezaba a anochecer. Compré unos yogures y fruta para esta noche y para desayunar mañana, y luego me dirigí al albergue.

Este se encuentra en el mismo monasterio. Magnífico edificio rodeado de unos tranquilos jardines. Pregunté a unos señores y uno de ellos me dijo que el hospitalero no estaba pero que él me abriría, y luego ya sellaría. Este hombre era el cura y vivía en la primera planta de la parte delantera. Me dejó su llave.



Me sorprendió la puerta moderna y automática, y luego el patio. Era grande y ordenado. Visité el albergue y pude elegir la cama que más me convenía, hoy tenía pinta que iba a estar solo. Sin pensarlo emprendí lo deberes diarios de ducha y colada. Eran las ocho y no había nadie. Los techos eran altos y las luces tenues, daban una cierta sensación de frío y soledad. Al otro lado del patio estaba la cocina y una sala de estar. Será un lugar agradable en las noches de verano.

Pese a que estaba cansado marché al centro del pueblo a ver si podía tomar una cerveza fresquita.

En un bar al lado de la carretera tomé lo que deseaba acompañado de un pinchín de chorizo. Los parroquianos bromeaban entre ellos con el fútbol del domingo. Aproveché para preguntar por el recorrido de mañana y ninguno tenía mucha idea, me aconsejaron por la carretera. A mi no me apetecía dar otro rodeo como el de hoy pero ante la indecisión y el desconocimiento decidí seguir las flechas y no arriesgarme por una carretera llena de tráfico.



Fue curioso que los parroquianos se me acercaban a dar sus opiniones, todos muy serviciales pero con un manifiesto desconocimiento. Cuando salí hacía fresco y me dirigí a mi solitario albergue.

En la puerta había aparecido un coche y el hospitalero me esperaba. Amable caballero de la Asociación del Camino que me selló y me quitó todas las dudas. Al día siguiente continuaría las flechas. Me dio un par de folletos y una agradable charla.

Me mostró la fachada del monasterio y me indicó por donde marchaba el camino.

El monasterio estaba iluminado y es un bello edificio que con la iluminación resalta sus formas. Imaginé la riqueza eclesiástica para llegar a construir semejante obra en un lugar como este. Debió de ser un enclave importante en la religiosidad de la zona. También valoré la capacidad artística de sus constructores.



Las farolas de los jardines en una noche fresca daban un ambiente romántico y evocador. ¿Cuántas personas habrían vivido entre estos muros? ¿cuánto trabajo e ilusiones plasmadas y reflejadas en cada piedra? Por sí solas una mínima expresión pero en su conjunto un monumento loable. Las piedras sobreviven a sus creadores y son expresión de los sentimientos que sus constructores tuvieron. La iglesia edificaba de esa manera tan portentosa para que sus fieles tuvieran respeto hacia la institución y no se atrevieran a contradecir los principios que defendían.


En muchas ocasiones se identificaban con los señores terratenientes que aglutinaban a su alrededor varios pueblos que les servían por temor. Hoy sólo quedan unas piedras hermosas.

Después de esta meditación marché a la habitación solitaria y fría. Extendí el saco y me arrojé dentro recordando el bello paisaje asturiano y lo fascinante de este primer día.




6 comentarios:

nadha dijo...

Me apunto tu dirección para sentir Camino en tu Camino. Me ha gustado lo que he encontrado .~)

Yo mientras estoy escuchando un audio en el que aparece un recuerdo un poco especial del mío del 2004. Es un poco extraño pero lo voy a montar en un vídeo, porque aquello fue así, y alguno va a flipar en colores.

Unknown dijo...

Muchas gracias Nadha. Estaré encantado de leer tu historia del 2004.

Eduardo...el transoceánico dijo...

Hola uxama. es que siempre tiene que haber un argentino haciendo ruido??? jajaja.
Estoy leyendo tu primitivo, y estoy recordando con gran alegría lo que también he vivido.
Te mando un saludo afectuoso.
Eduardo...el transoceánico

Anónimo dijo...

Hola, enhorabuena por el blog!
El año pasado comence el camino Norte y acabe en Oviedo.
En un par de semanas comienzo en Oviedo con rumbo a Santiago por el Camino Primitivo. Creo que tu blog me será de mucha utilidad. Gracias por tu generosidad en compartir esta experiencia.
Un saludo
Martí, Barcelona

María dijo...

Estoy aquí, fascinada, con tus diarios. Me gusta tu manera de manifestarte. En breve... con lo ahorrado del dejar de fumar... quiero atreverme con el Primitivo, que es el de mi Tierra y a mí mi tierra me encanta pero a mis pulmones mi tierra los intimida... y estoy aquí tomando notas en mi cuaderno... a través de tu Camino.

El francés fue una pasada. Fui de Roncesvalles a Muxía, aunque no fui religiosa con él ni en él... pero nada religiosa .~)

Te dejo un abrazo esperándote. Y sigo leyéndote.

Buen Camino peregrino.

Paco dijo...

Llevo más de un año devorando todo lo que cae en mis manos sobre el Camino Primitivo. Tengo la intención de hacerlo pronto y fuera de la masificación que supone los meses de verano.
Su blog me ha venido muy bien como diario de a bordo y me facilita mucha más información que la que aparece en las guías.
Un placer y un agradecimiento. Saludos cordiales